miércoles, julio 22

Costume makes the clown


La semana pasada en la Villa fue la peregrinación de los payasitos y de pronto me vi rodeada por decenas de ellos, ahí, en ese mar de colores y extravagancias estaba yo que no paraba de llorar y es que los payasos me dan una tristeza infinita, pero eso historia corre paralela a la que ahora relataré.


Frente a mi se sentó toda una familia de payasos, eran, según mis conjeturas, los abuelos, 3 de sus hijos, la nuera y dos nietos, todos con vestuario, peluca y maquillaje. 

Uno de los niños tenía unos 8 años con alguna especie de retraso. A mitad de la Misa salieron los abuelos corriendo con ese nieto... después de 20 minutos regresaron pero el payaso menor no traía pantalones, en ese ambiente estrafalario pasó desapercibido hasta que le comunicó con un grito a su hermano menor la razón de su aspecto "e mojó a pipí", todos a su alrededor voltearon a verlo y noté como el abuelo se sonrojaba un poco bajo la delgada capa blanca de maquillaje, la abuela le ordenó que guardara silencio y empezó a solucionar el problema.

Tomó con dos dedos el pantaloncito mojado del niño y con la otra mano buscó una bolsa, le pidió a la payasita de enfrente la bolsa en la que tenía sus veladoras, ella la desocupó y se la dio solidariamente, era demasiado pequeña, sacó de su bolso de peluche rojo con lentejuelas una bolsa de globos que vació rápidamente para meter ahí la prenda, los dos niños tomaron los globos mientras el abuelo manoteaba para quitárselos, cuando lo logró los niños tomaron los silbatos que le colgaban del cuello y empezaron a pitar, su papá sacó unas galletas "Príncipe" que les zampó en la boca, solo así lograron estar quietos hasta el final de la Misa. 

Muy extraño y accidentado acto de culto pero digno de guardarse en la memoria o por lo menos digno de ser contado pues a pesar de la tristeza que me dan, esos payasitos me hicieron reir.

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